La descomposición de la Administración Pública, la complicidad de sectores de la sociedad para que se operen actos de corrupción, la deteriorada integridad de las instituciones democráticas, el atraco de los bienes públicos, el 2% de credibilidad para la Asamblea Nacional, más de setenta jueces con credenciales de discapacidad adquiridas de forma fraudulenta con la finalidad de obtener prebendas y beneficios personales, frente a necesitados de verdad que no gozan de la asistencia pública, una ley que protege a los jueces de ser sancionados cuando incumplen las normas jurídicas y otra ley que protege a los criminales, la aprobación del “Código Orgánico de la Salud”, que a nombre de la salud lesiona derechos básicos y legaliza un crimen contra indefensos como es el caso del aborto, hacen parte de un alud de indecencias que ha desmoralizado al país.
Estamos próximos a un evento electoral para elegir Presidente de la República, Asambleístas y demás dignatarios, dieciocho binomios registran su candidatura para conducir el país, su perfil sale de viejos cuadros políticos, anquilosados en las mañas para llegar al poder y hacer del Estado un botín de asalto, sin correr los riesgos a los que se sometían los antiguos piratas, quienes podían perder la vida durante combates que trababan para lograr el mismo objetivo.
La población denota una enorme apatía por votar y una total desconfianza en que las autoridades que serán elegidas saquen al país de la crisis y eliminen la corrupción. Este fenómeno se replica a nivel regional y en muchísimas naciones de todos los continentes.
¿Cuál es el factor qué, como una pandemia, ha deteriorado las sociedades y va tornando inviable la institucionalización de las naciones? Muchas son las respuestas y abundan análisis de orden económico y social. Es fácil encontrar explicaciones de analistas experimentados, pero fijemos nuestras vistas en otro aspecto.
San Agustín describe una sociedad en que todos fuésemos buenos y practicantes católicos, habla de la “Ciudad Celeste” inspirada por Dios y que se alcanza cuando se conoce su Palabra y se cumplen sus preceptos y habla también de la ciudad terrestre, alejada de Dios, apuntalada en el desenfreno de las pasiones y el gozo de la vida sin moral.
Cuando una cultura cimienta sus hábitos apuntando apenas las ansias de placer desordenado, se adormece y anestesia el sentido del bien común, cuando una sociedad no vela por el bienestar general, caen las barreras morales que impiden desmanes, como los atracos que se dieron en los hospitales públicos en que la gente moría por coronavirus, faltantes de implementos que se robaban y se vendían con sobreprecio, lucrando con la muerte de compatriotas.
¿En esta avalancha de corrupción, saldrán las soluciones para componer el Ecuador desde la política?
Hace muchos años los ecuatorianos esperamos eso sin alcanzar resultados y con el consecuente agravamiento de la situación.
Entonces, ¿dónde encontrar remedio?
Una antigua y hermosa oración de la Iglesia Católica al Divino Espíritu Santo reza así: “Derramad Tú Espíritu y renovareis la faz de la Tierra”
Ahí está la cuestión, en esa dirección encontraremos soluciones para todos los males que aquejan a la sociedad contemporánea, enorme y fuerte expresión, que pide una renovación de la faz de la tierra, significa mudar todo, abandonar los etilos de vida y costumbres neo paganas, orientar el corazón y los pensamientos para conocer y seguir a quién dijo de sí mismo, “Yo soy el camino, la verdad y la vida” y probó su veracidad resucitando muertos, dando vista a los ciegos, haciendo caminar a los paralíticos, derramando su última gota de sangre y resucitando después de morir en la Cruz.
Suficientes pruebas que nunca nadie ha dado para respaldar su palabra e invitar a seguirlo, también dijo “mi yugo es leve y mi carga ligera” sin lugar a duda más fácil de llevar y con mejores consecuencias, que arrastrar el peso de la descomposición moral que va hundiendo la civilización.