Mis ojos y mi alma se vuelven hoy para ti, Señora del Carmen: Tú que fuiste la inspiradora de una gran corriente de profetas, desde Elías hasta el carisma profético de la Santa Iglesia en el Nuevo Testamento; Tú que eres hoy el Arca de la Alianza de la cual ha de venir la victoria para el mundo, conforme anunciaste en Fátima: “¡Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará!” Inunda en mi alma, Oh Madre, de la certeza de este triunfo, y del coraje de estar de pie en la derrota, en la adversidad, esperando el día de tu gloria. Así sea.