“Voz de Cristo, voz misteriosa de la gracia que resonáis en el silencio de los corazones, Vos murmuráis en el fondo de nuestras conciencias palabras de dulzura y de paz “Confianza, Confianza” “Yo he vencido al mundo”, “tened confianza, soy Yo, no temáis”.
“Al alma culpable, oprimida bajo el peso de sus faltas, Jesús decía: “Confía hijo; tus pecados te son perdonados”, “Tu fe te ha salvado”.
Así empieza el capítulo 1 del libro de la Confianza escrito por el sacerdote Thomas de Saint Laurent.
¡Cuán oportunas son estas palabras en los momentos actuales en que por donde se mire se constata desmoronamiento y zozobra, sea en la sociedad civil, en las filas sagradas de la Iglesia Católica o en las alteraciones de la naturaleza!
Los incontables problemas que agobian a la sociedad contemporánea y que muchos de ellos se presentan como insolubles han generado un ambiente de caos y desmoronamiento del orden constituido, súmase a ello los numerosos desastres naturales que no cesan de devastar enormes regiones en todos los continentes.
Frente a esas circunstancias las personas sienten impotencia e imposibilidad de realizar acciones que restauren el orden y buen funcionamiento de la sociedad, dicha situación se agrava por el realce continuo que la midia promueve mostrando el caos; esto ha generado en muchas personas desaliento y desesperanza; ese estado de ánimo promueve una inadecuada reacción de cara a la crisis.
Frente a estos acontecimientos son innumerables las manifestaciones divinas, sobre todo por intermedio de la Santísima Virgen y todos esos mensajes son de conversión, de esperanza y de triunfo, triunfo del Inmaculado Corazón de María, triunfo de la voluntad de Dios, no puede ser de otra manera, el mal es inspirado por el demonio, el mundo y la carne; el bien es sustentado por Dios, el demonio es un rebelde fracasado a quien Dios permite que tiente a los hombres para poner a prueba nuestra fidelidad, la cual tiene como fin la recompensa de la felicidad eterna.
La situación actual de la humanidad se ha dado incontables veces a lo largo de la historia y es muy entendible que así sea puesto que la historia de los hombres podría sintetizarse en la lucha entre el bien y el mal, los que son de Dios y desean un mundo conforme a Él o los que se entregan a sus vicios convirtiéndose en secuaces del demonio.
Pero Dios no deja abandonadas a sus criaturas y pone en su camino los medios para encontrar la felicidad terrenal – que es relativa –, pero sobre todo la felicidad eterna, que es plena. “Confianza decía también la enferma abandonada que sólo de Jesús esperaba la curación, tu fe te ha sanado”.
Podemos constatar que la primera condición para recibir la ayuda de Dios es la de confiar en Él, y tener la certeza de que su Providencia vela por nuestro bien; saber que Dios quiere y desea más que nosotros nuestro bien sobre todo espiritual, y que jamás dejará de darnos aquello que sea necesario para nuestra salvación. Luego tenemos que pedir su auxilio mediante la Gracia Divina obtenida a través de la oración y por último tomar posición de lucha para conquistar un mundo conforme a Dios en el cual sea debidamente glorificado. El derrotismo, el desánimo, el pensar que nada se puede hacer, es convertirse en cómplices de la crisis; la vida de los santos es ejemplo de triunfo, de victoria, de grandes realizaciones y gestas heroicas que derrotaron al mal. Esa es la postura que debemos asumir en nuestros días, con la ayuda de Dios estar en la antípoda de los vicios y decadencia actual y anhelar y luchar por un mundo conforme a Dios.
Ejemplo de esto fue la vida y obra de Plinio Correa de Oliveira, quien consagró su vida a denunciar y combatir la Revolución en sus más agudas formas de ateísmo neopagano y proclamar la instauración del Reino de María, primeramente dio un enorme ejemplo con su vida de santidad y virtud en la que brilló un celo encendido por la defensa de Dios, y de sus leyes, construyó en su espíritu y en sus prácticas una forma de ser, una forma de pensar, una forma de actuar totalmente conforme a la voluntad de Dios, y su obra la institucionalizó de manera tal que sea continuada por sus discípulos con todos los acrécimos que la Providencia inspira y da para alcanzar el triunfo del Inmaculado Corazón de María. La obra de Plinio Correa de Oliveira continúa y en ella a se respiran los aromas del Reino de María que derrota a la fétida Revolución, sepamos ver en el horizonte los pasos de Dios en la historia de la humanidad para así seguir el camino de la perfección y del triunfo.
Quito, 14 de Diciembre de 2021