Tradición, Familia y Propiedad – TFP

En el avión, con Zozó

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Me subí al avión que salía para Cuenca. Despegamos enseguida y me puse a leer el periódico. Iba aburrido y comencé a mirar al que estaba al lado mío. Era un tipo poco común. Flaco, seco, traía encima de su largo cuello una cabeza inesperada. La cara era redonda y enorme, pero el cráneo era excepcionalmente chato. Diríase una moneda trayendo en un lado ojos, nariz y boca, y al reverso una opulenta melena oscura. Entre el verso y el reverso, una superficie pequeña en la cual se encajaban dos orejitas. Los ojos eran inexpresivos aunque medio saltones. Se dio cuenta que lo miraba y pegó un grito: «¿Qué hubo Patricio ya no te acuerdas de mí?» .

Era evidentemente un conocido de años atrás, o tal vez algún compañero de infancia. Mientras procuraba ganar tiempo con las evasivas clásicas, me esforzaba para hacer una reconstrucción arqueológica y ver que figura del pasado me era posible recordar con base en aquella ruina. Sin embargo no conseguí nada. Hasta que mis ojos se posaron ocasionalmente en su pescuezo donde una manzana puntiaguda subía y bajaba rápidamente. En torno de esta manzana todo se ordenó y esclareció. «Zozó» –exclamé– «¿cómo te va?». El rió alegre. Nos apretamos largamente las manos y nos pusimos a conversar.

Zoilo Zorro de Sota Zobra, era su nombre, no desprovisto de cierta pompa de mi amigo de infancia. Claro está que mis amigos le habían simplificado el nombre y lo llamaron Zozó.

¿Qué había sido de él? No sabría decirlo. Me acordaba mejor de su hermana María Zorro de Soto Zobra, más conocida como María Góndola porque, según sus amigas, por su corpulencia ella ocupaba en las ruedas infantiles no el espacio de una niña, sino de una góndola. María Góndola y Zozó eran unidísimos. Ella, con mucho más personalidad, lo influenciaba en todo. María Góndola se hizo monja y enseguida se «comprometió» a fondo en el movimiento progresista. Se metió en no sé que líos y fue «aconsejada» de ir a estudiar al exterior. Cuando volvió estaba «aggiornata» de los pies a la cabeza. Ya no usaba ningún vestigio de hábito religioso y se fue a vivir a un departamento por ahí. ¿Será que aún es monja? No sé. ¡Ni sé si ella sabe!

La azafata sirvió un café. Zozó animado por la bebida comenzó a conversar.

Zozó: Oye Patricio ¿aún sigues con tu «TPF»?

Yo: Mira Zozó, tu te engañas. La TFP no es mía. Yo soy de la TFP, y con toda el alma. En cuanto a la sigla tú mezclaste. No es «TPF». Es TFP: Tradición Familia Propiedad.

Zozó: Si, ya sé, ya sé… pero lo que pasa es que en la rueda de María todo el mundo dice así. Contrapropaganda. Tú sabes. (Y sonrió con una malicia hueca).

Yo: Bueno Zozó, entonces tu hermana no gusta de la TFP. Y tú tampoco.

Zozó: Francamente no me gusta. Yo estoy absolutamente contra la tradición. Para mí cada generación que viene al mundo debe rechazar todo el pasado y construir el porvenir por su propia cuenta y como se le dé la gana. Nada de estar guardando esos vejestorios que nos dejaron los «viejos».

Yo: Tomando al pie de la letra lo que tú dices, cada generación debería ponerse en el estado de barbarie, que es el punto de partida del cual salieron todas las civilizaciones actuales. Y a partir de ese estado es que se debe reconstruir todo lo que fue hecho por los que nos antecedieron. ¿No es así, Zozó?

Zozó: Mira, ya te dije: es preciso acabar con todas estas cosas viejas, con lo que no sea aprovechable. El resto puede quedar.

Yo: ¡Pero cómo! ¿No es todo el pasado lo que debe ser destruido? ¿Es sólo las cosas viejas? ¿Cómo defines a un vejestorio?

Zozó: Vejestorio es por ejemplo, la Edad Media, con su ambiente confinado, su estancamiento, sus desigualdades, sus despotismos. Con su protocolo, sus pompas, su moral rígida, sus dogmas, su metafísica. ¡Cómo detesto todo eso! María también detesta. ¡Cómo los medievales eran diferentes de los griegos y romanos cuya civilización llena de elementos perennes no supieron conservar!

Yo: Si diferían tanto, Zozó, merecen tu elogio. Los medievales según tú, despreciaron el pasado y construyeron un mundo propio y peculiar. En realidad, los medievales lo que hicieron fue traer hasta nosotros los restos de la cultura clásica que las invasiones bárbaras habían destruido.

Zozó: Ya te lo dije Patricio: ¡todo lo que viene de la Edad Media es puro vejestorio!

Yo: ¡Qué curioso! El factor tiempo no entra en tu definición de vejestorio. Una cultura anterior a Jesucristo como la griega no es vieja para ti. Una cultura muy posterior si lo es… Entonces, ¿viejo es lo que a ti y a tu hermana le parece antipático o que le choca los preconceptos?

Zozó: ¡Yo no tengo preconceptos! El preconcepto es cosa medieval. Eso es cosa de Uds. los de la bandera roja con el leoncito dorado. Yo no tengo nada de medieval.

Yo: No corras tanto Zozó. Tú estás cubierto de cosas que vienen de la Edad Media. Tus anteojos vienen de la Edad Media. Y tu reloj también. Y también todos los botones de tu ropa. Lentes, reloj mecánico, botones, todo eso viene de la Edad Media. Tú me extendiste la mano hace poco. Esta forma de saludar viene de la Edad Media. Fue en la Edad Media que se formó el idioma que tu hablas. Si quieres puedo mostrarte con hechos y argumentos que la Edad Media fue bien distinta de lo que imaginas.

Zozó: Ya vienes a querer cogerme como si fueras el león rampante de tu heráldico estandarte. Esa heráldica es un vejestorio medieval completamente fuera de uso. Ya nadie se preocupa con esas cosas.

Yo: Si tu conciencia está en orden no tengas miedo de nuestro león Zozó. En lo que dice a la heráldica ella está en pleno uso en Ecuador. Cada provincia, cada ciudad de nuestro país tiene un blasón heráldico. Mira si no el de Quito con una torre medieval.

Zozó: ¿Y las desigualdades medievales? Detesto toda y cualquier desigualdad. Tú no me vas a querer convencer de que la desigualdad es un bien.

Yo: Tú eres comunista Zozó. Pues quien detesta todas las desigualdades sólo puede querer una sociedad sin clases. Esto es, una sociedad en que todos tengan el mismo nivel social y económico. O sea, la sociedad comunista.

Zozó: Bueno… si… este… no era bien eso… pero…

Yo: Entonces no digas que eres contra todas las desigualdades. Hay algunas que tienes que aceptar si no quieres ser comunista… Dime entonces cuales desigualdades aceptas y cuales rechazas…

En este momento la manzana de Zozó subía y bajaba rápidamente. Parecía buscar una salida que no encontraba.

Zozó: Bueno! Volvamos a la TPF.

Yo: ¿»TPF» Zozó?

Zozó: Pero dime ¿al final de cuentas por qué no te gusta que se diga «TPF»?

Yo: Ya vuelves a repetir la misma cantaleta. ¿Te gustaría que te llamen Oz-oz en vez de Zozó?

Zozó: Tanto me da desde que me llaman Zozó que me llamen Oz-oz…

Yo: El caso con la TFP es otro. Llevamos el nombre con ufanía de un guerrero que porta su estandarte. Y pronunciamos su sigla con el entusiasmo de heraldos que lanzan un grito de victoria. Por eso no aceptamos que se altere el orden de las letras. Decir «TPF» es maniobrita de «sapo». ¿Tú eres «sapo» Zozó?

Zozó: Mi hermana María dice que ella es «sapa» y que siempre lo fue. Cuanto a mí, sigo el ejemplo de María y soy «sapo» por entero.

Yo: ¿Y para ti es ventajoso ser «sapo»?

Zozó: Si yo soy «sapo» tú eres un fantasma medieval. Aún ahora viajando en un moderno avión, te pones a hablar de heraldos, guerreros con la misma naturalidad con que lo haría un guerrero cristiano cabalgando en un corcel por los caminos polvorientos de Tierra Santa.

Yo: ¿Y que quieres que haga? ¿Qué me ponga a gaguear sólo porque estoy en un avión?

Zozó: Yo querría que no hablases. Se ve que tú entiendes por tradición conservar a todo costo lo que queda de la Edad Media. (Esta frase Zozó la terminó indignado).

Yo: Cuanto a la conservación no hay duda. Casi todo lo que nos viene de la Edad Media debe ser conservado. No me refiero sólo a las lentes, botones y relojes. Me refiero también a los hospitales que, como tal vez sepas, tomaron forma y consistencia en la Edad Media. De ella también nos vienen las Universidades. A ella debemos las catedrales góticas, los castillos que los turistas del mundo entero van a visitar a Europa. Podría citarte muchas otras cosas. ¿Tú quieres acabar con todas esas cosas?

Zozó: ¡Qué va! La Edad Media fue una época tenebrosa de analfabetismo que sólo terminó cuando Gutenberg inventó la imprenta. Y la palabra escrita, corriendo por Europa como un reguero de pólvora, acabó con la ignorancia medieval.

Yo: Me espanta que no notes la contradicción que hay en esta historieta tan repetida. ¿Cómo la palabra escrita va a correr como un reguero de pólvora en un continente de analfabetos? Sería lo mismo que afirmar el éxito de la radio en un país de sordos.

Zozó: Uds. los de la TFP sólo quieren volver hacia atrás. ¡El mundo de hoy camina hacia adelante!

Yo: ¿Qué es lo que llamas «hacia adelante»? La decadencia de la prensa escrita substituida cada vez más por las revistas cómicas y de figuras. En todo caso tú que consideras analfabeta la Edad Medía debes considerar que el mundo moderno camina hacia la Edad Media. A mi ver, va volviendo más hacia atrás, o sea, los bárbaros de las grandes invasiones.

Zozó: Para mí eso de andar con terno y corbata es medieval. La juventud de hoy gusta de ropa más desinhibida, una forma de ser más espontánea, la melena revuelta…

Yo: Los bárbaros que invadieron el Imperio Romano realizaron más plenamente tu ideal. Su desinhibición era total. Los cabellos eran desgreñados. Del terno y la corbata: ¡ni sombras! Eran unas especies de hippies. Sólo que mucho más «en la onda».

Zozó: ¡¡¡Pero por qué no acaban con el terno y la corbata!!!

Yo: ¿Y por qué acabar? Si se usa el terno y la corbata para dar seriedad al trabajo ¿por qué no usarlos para dar seriedad a la vida entera?

Zozó: ¡Seriedad! — Zozó pareció desmayarse — ¡Esa sí que no! Es preciso saber reír, saltar, cantar, ser alegre.

Yo: Sí, en las horas debidas. Y en la mayor parte del día hay que rezar, pensar, trabajar, cumplir el deber.

Zozó: Mira, es eso justamente lo que tiene que desaparecer: la seriedad y la metafísica del hombre de los tiempos idos. Esa fue la base del mundo sacral, disciplinado, jerárquico de la Edad Media. Yo quiero el derrumbe de lo que queda de ese mundo y la ascensión del mundo opuesto.

Yo: Yo detesto tu programa pero gusto de tu franqueza. Tú quieres derrumbar un mundo para extirpar los conceptos morales en que él se basa. Y como la TFP quiere aplicar en toda su extensión esos conceptos morales, tú también quieres derribarla. En último análisis la TFP quiere una civilización cristiana, y tú quieres un mundo hippy, nudista, anarquista y carnavalesco.

Zozó: María siempre dijo que yo hablo demasiado; que no siempre hay que decir todo lo que se piensa a cualquiera. Va a quedar furiosa cuando sepa que te dije todo esto.

Yo: Gracias. Entonces yo soy un cualquiera.

Zozó: ¡No! Peor que eso. ¡Eres uno de la TFP!

Yo: Mira Zozó, la civilización cristiana está cayendo en ruinas y la barbarie está entrando por todas las brechas de la muralla. Para reerguirla es preciso reerguir los principios y las virtudes morales en que se basó.

Zozó: ¡Ah! ¿Entonces reerguir la Edad Media?

Yo: Ciertamente esas virtudes tuvieron en la Edad Media una irradiación que se fue apagando en los siglos siguientes. Pero ellas no son propias de la Edad Media. Son para todos los tiempos. Fue el declinar de ellas lo que causó la catástrofe actual. Y es sólo restaurándolas que una nueva era cristiana podrá nacer.

Zozó: Ese sí que es un argumento típico de la TFP. Retrógrado.

Yo: Mira esta noticia. Es de un periodista bien moderno, Walter Lipmann, que no tiene nada de común con la TFP: «Nuestra civilización sólo podrá ser mantenida y restaurada por el recuerdo y el redescubrimiento de las verdades y por el restablecimiento de los hábitos virtuosos sobre los cuales fue fundada».

*   *   *

Zozó estaba agitado. Leyó el texto a la carrera y, en lugar de responder, fue cogiendo unos paquetes. El avión ya estaba descendiendo. El se explicó: «María mandó a Telésforo a esperarme con el carro desde las 8 de la mañana. No quiero atrasarme más».

Miré el reloj. Eran las 16:30.

Pensé con pena: «Pobre Telésforo…» Pero al mismo tiempo me di cuenta que María Góndola no se dio el trabajo de esperar a su hermano. Y suspiré alegre. Aguantar a Zozó durante todo el viaje y aún tener que conversar con María Góndola ya era demasiado.

*   *   *

Para tranquilizar a mis lectores debo decir que María Góndola y Zozó no existen. Son productos de mi imaginación.

Pero creo que hay muchos Zozós y Marías Góndolas perambulando por allí, en este mundo de hoy… hablando mal de la TFP.

*   *   *

Tomado de la «Folha de S. Paulo»: «No avião, com Gogó» y «Com Gogó, de volta no avião», respectivamente del 20-6-1971 y 27-6-1971.

Publicado en la revista Reconquista, Quito, agosto-septiembre 1974, Pág. 30-31

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