Reproducido por TFP-Ecuador el 25 de agosto de 2023
Como enseña San Luis Grignion de Montfort, en la única enemistad establecida por Dios, Nuestra Señora aparece con lo que tiene de terrible en su poder puesto contra el demonio y sus secuaces, y con aquella maldición de Madre arrasando hasta los cimientos de su reino.
Es lindísima la idea de que, ya en el Paraíso Terrestre, cuando la Santísima Virgen existía apenas en la mente divina, Dios la adornó de algo a la manera de un instinto anti-diabólico en vista del demonio que serpenteaba por el Edén.
Efectivamente, la primera característica de María frente al demonio es el odio. Siendo Ella llena de gracia, así lo fue de odio contra ese maldito enemigo de Dios. El odio santo es, evidentemente, un don de la Providencia. Ahora bien, Nuestra Señora está plena de los dones divinos, por lo tanto, también de odio al demonio.
La clarividencia concedida por Dios a María para descubrir la maldad de la vieja serpiente es la virtud angélica de la astucia, recomendada por Nuestro Señor, combatiendo y liquidando la argucia diabólica.
Sin duda, la Virgen Santísima pasa la eternidad haciendo el bien sobre la Tierra. Pero, una forma de María hacer el bien es bajar con el látigo, con el castigo para el demonio y sus agentes humanos empedernidos.
(Extraído de conferencia del 07/09/1994)