Tradición, Familia y Propiedad – TFP

Execración hasta el último límite

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Partiendo del ejemplo de San Cirilo de Alejandría valeroso defensor de la Maternidad Divina de María, el Dr. Plinio hace un penetrante análisis de cómo Dios execra a aquéllos que, entre la verdad y el error, toman una posición intermediaria, como está consignado en el Apocalipsis: Si fueses frío
o caliente, Yo te aceptaría; pero como eres tibio, te vomitaré de mi boca. Los tibios son el mejor dispositivo de protección del error, pero son los execrados del Corazón de Jesús

 Sobre San Cirilo de Alejandría, cuya memoria es celebrada el 27 de junio, dice Don Guéranger.

Defensor de la maternidad Divina de Nuestra Señora

San Cirilo intentó por carta reconducir a Nestorio, pero ese sectario se aferraba a sus opiniones. Por falta de argumentos, Nestorio se quejaba al Patriarca de la injerencia de San Cirilo. Como siempre, en tales circunstancias, Cirilo encontró hombres apaciguadores que, sin compartir el error nestoriano, consideraban, en efecto, que lo mejor era no responder por temor a irritarlo, aumentando así el escándalo y herir la caridad.

A esos hombres cuya singular virtud se conmueve menos con las audacias de la herejía que con la afirmación de la fe cristiana, a esos partidarios de la paz a cualquier precio, respondía Cirilo:

“Como Nestorio se atreve a decir en su presencia, en la asamblea de los fieles, anatema sea quien llama a María Madre de Dios; por la noción de sus partidarios, ¿él nos llama anatemas a nosotros y a los otros obispos del universo y a los antiguos Padres que en todas partes y en todas las épocas reconocieron y honraron unánimemente a la Santa Madre de Dios? Y no estamos en nuestro derecho de devolverle su palabra y decir: que, si alguien niega que María sea la Madre de Dios, ¿sea anatema? Si el miedo de cualquier molestia aparta de nosotros el celo por la gloria de Dios y nos hace callar la verdad, ¿con qué rostro podemos celebrar en presencia del pueblo cristiano a los santos mártires, cuando el objeto del elogio de esos que murieron es únicamente el cumplimiento de esta palabra: por la verdad combatían hasta la muerte? 1 

El trecho es verdaderamente magnífico. San Cirilo, que vivió en el si glo V, combatió la herejía de Nestorio, afirmando la Maternidad Divina de la Bienaventurada Virgen María. En los primeros siglos de la Iglesia hubo personas que, impugnando el dogma de la divinidad de Nuestro Señor, afirmaban que Él era sólo hombre y no Dios.

Otros afirmaban que Él era Dios, pero no hombre; y que tomaba el aspecto y la apariencia de hombre, como un fantasma, pero negaban que fuese el Hombre-Dios. De los dos lados, la herejía intentó destruir la creencia católica de que Nuestro Señor Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre, como profesamos hasta hoy.

Los que más perturban la Causa católica

La herejía de Nestorio, al negar la perfecta unión entre las dos naturalezas humana y divina de Nuestro Señor Jesucristo, constituyendo una sola Persona divina, tenía una consecuencia en
lo que dice respecto a Nuestra Señora, pues afirmaba que Ella es apenas la madre del hombre Jesús, y no la Madre de Dios. Por lo tanto, la Maternidad divina de María no existía.

Se estableció así la clásica distinción entre aceptaría; si aceptaras el error y te arrepintieses, te perdonaría. Pero como eres de la especie de gente tibia, que no está ni del lado de la verdad, ni del lado del error, tú me causas la náusea que el agua tibia provoca. Se sabe que la ingestión de agua tibia en cierta cantidad, causa náuseas. Incluso es usada para provocar la náusea en determinadas enfermedades. Son los execrados de Dios, que Él vomita de su boca, con aquel tipo especial de horror que es el asco que caracteriza a la náusea. Ésta es la sensación que Nuestro Señor tiene en relación a ese tipo de personas…  ortodoxos – que profesan que en Nuestro Señor Jesucristo existen ambas naturalezas en una Persona divina – y, heterodoxos, partidarios de Nestorio.

Entre esas dos corrientes estaban los tales pseudo-equilibrados, que querían hacer ecumenismo e irenismo. A estos les parecía, ya en el siglo V, que era mejor no discutir porque se irrita al adversario, tornando más difícil la posibilidad de conversión, además de actuar contra la caridad. Entonces, se vuelven contra San Cirilo pues este hombre hablaba mal de ellos.

¡Pregunto si no es exactamente lo que pasa en nuestros días! Hay una raza de almas que corresponden a aquello que está dicho en la Escritura: si fueses frío o caliente, Yo te aceptaría; pero como eres tibio te vomitaré de mi boca (cfr. Ap. 3,15-16). O sea, si aceptaras la verdad, te aceptaría; si aceptaras el error y te arrepintieses, te perdonaría. Pero como eres de la especie de gente tibia, que no está ni del lado de la verdad, ni del lado del error, tú me causas la náusea que el agua tibia provoca. Se sabe que la ingestión de agua tibia en cierta cantidad, causa náuseas. Incluso es usada para provocar la náusea en determinadas enfermedades. Son los execrados de Dios, que Él vomita de su boca, con aquel tipo especial de horror que es el asco que caracteriza a la náusea. Ésta es la sensación que Nuestro Señor tiene en relación a ese tipo de personas… 

Son ellos los que más perturban a la Causa católica, pues siempre se aproximan de los otros diciéndoles que no sigan a los defensores de la verdad, ya que ellos, los tibios, también son católicos, pero no tan exagerados cuanto los otros (los que defienden la verdad). Es por causa de
eso que las filas de los verdaderos seguidores de la Causa Católica cuentan con mucho menos adeptos de lo que deberían contar. El mejor dispositivo de protección del error no está entre aquéllos que lo profesan, sino entre los que dicen profesar la verdad; pero, en las tácticas protegen al error; son verdaderamente la quinta-columna que existió siempre en ese tipo de lucha.

 

 Esto nos debe llevar a comprender ¡qué especie de horror debemos tener a ese tipo de almas! Y si queremos ser enteramente conformes a Nuestro Señor, ¡podemos imaginar las náuseas que esas almas nos deben producir! Cuando oímos tales argumentos, lo que debemos sentir son náuseas. Porque si debemos ser perfectos como nuestro Padre celestial, y si es legítima aquella jaculatoria “Sagrado Corazón de Jesús, haced mi corazón semejante al vuestro”, precisamos entonces tener
también náusea de aquéllos de quienes el Padre celestial tiene náuseas. Y si queremos ser como el Corazón de Jesús, debemos tener horror de aquéllos de quienes Él tiene horror.

Ahí está el pedido que debemos hacer a Nuestra Señora: comprender vivamente el horror de esa posición y tener contra ella toda la execración infinita que Dios posee con relación a ese tipo de gente. Una execración que va hasta el último límite: es el asco, el disgusto y el desprecio. Esa posición intermediaria atrae más la cólera divina que la definida posición contraria.

(Extraído de conferencia de 8/2/1966)


1) Cfr. GUÉRANGER, Prosper-Louis-Pascal. L’année liturgique. Septuagésime. p. 324

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