RELACIÓN CON NUESTROS DÍAS
Muchos episodios de la historia son consecuencia de sucesos anteriores; y también desencadenan situaciones que se vinculan o concatenan en una larga secuencia de causas y efectos entrelazados entre sí y que en repetidas ocasiones obedecen a intencionalidades premeditadas. Como consecuencia de ello se operan transformaciones filosóficas, políticas, sociales, económicas; así se suceden las realidades humanas, sin embargo hay una cierta tendencia a no vincular la continuidad que direcciona la historia.
Por ejemplo la Revolución Francesa acabó con el estado monárquico e implantó la república, pero más allá de aquello abrió una era histórica que precipitó a la humanidad en profundos cambios que se dan hasta hoy en día, pero que ya estaban presentes en el espíritu y las ideas de la Revolución Francesa.
Lutero, Danton, Lenin, son personajes de épocas, países, circunstancias distantes y diferentes, sin embargo hay una unión e identidad en las transformaciones que cada uno de ellos provocó en su época y en su ámbito.
El Dr. Plinio Correa de Oliveira visualiza de manera magistral estos procesos en su libro REVOLUCIÓN Y CONTRA REVOLUCIÓN; demuestra la unidad, la universalidad, la totalidad, la dominación y el carácter procesivo de la Revolución rumbo a un mismo fin que es la implantación de un orden anti-cristiano, agnóstico e igualitario; estas transformaciones tienen una fuerza y cohesión tan grande que se podría afirmar que entre los actores de esos procesos como los ya citados (Lutero, Danton, Lenin), existe una especie de unión mística con signo negativo, y el eslabón de esa unión es el odio a Dios y la lucha por la implantación del mal. Hay una misteriosa y siniestra afinidad entre los revolucionarios de distintas épocas, los caracteriza el servicio al mal, como motor y dinamismo de su espíritu.
En la vida de los santos existe un vínculo, un común denominador, que inspira y mueve las almas hacia la construcción de un mundo conforme a los planes divinos, una relación mística que enlaza a los buenos; ya que su vida destacó no solo porque promovían la gloria de Dios sino también la destrucción del mal. Si bien estos hombres fieles a Dios vivieron en épocas diferentes, como que se agrupan en una familia de almas con el fin de destruir la Revolución. Los méritos obtenidos por Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima en el Calvario, que se dieron no solo para vencer al Sanedrín traidor y deicida si no a todas las formas de mal que aparecerían en la historia y por supuesto a la más relevante que es la Revolución, es el sustento de esas conquistas.
Gabriel García Moreno es uno de los grandes hombres que encuadra en esta enorme familia de almas. Su defensa del catolicismo era toda orientada en contra del ateísmo liberal que avanzaba con fuerza, y que caracteriza a la Revolución.
No podemos admirar ni estudiar la vida de García Moreno como la de un hombre de gran virtud en el siglo XIX que se desarrolló mientras él vivió y nada más. Su lucha estuvo inmersa en un proceso vinculado a nuestros días, a la Contra Revolución de la actualidad, su existencia puede ser vista como una gran batalla victoriosa en medio de esta gran guerra para destruir a la Revolución en la que por la Comunión de los Santos (artículo del Credo de nuestra Fe), sus méritos y sacrificios están unidos a los de los Contra Revolucionarios de nuestros días.
Podríamos trazar una línea de la historia identificando a los santos que se agrupan en este espíritu y escudriñar en sus vidas destacando este punto de santidad proyectado para atraer las gracias del Cielo para aquellos que San Luis María Grignion de Monfort llama los Santos de los últimos tiempos destinados a destruir la Revolución e implantar el Reino del Inmaculado Corazón de María conforme a la promesa de Nuestra Señora en Fátima.