La bondad de Doña Lucilia me ayudó mucho a amar a Dios
Cuando yo veía las imágenes del Corazón de Jesús, pensaba: “Él es infinitamente mejor que ella, ¿cómo será entonces su bondad?”
Era un punto de partida para muchas meditaciones. Sobre todo, cuando yo meditaba en el Sagrado Corazón traspasado por Longinos, lo cual me causaba una pena enorme:
“Entonces, ¿después de Él haber hecho por los hombres todo lo que hizo, y de recibir una lancetada en el Corazón… acabó dando incluso después de muerto?
Después de muerto, es verdad, pero presente de algún modo. Porque Él curó – por aquella mezcla de sangre con agua que salió de su Sagrado Cuerpo – a Longinos, que era medio ciego.
Esa bondad de curar a un individuo aún en el momento en que este mete una lanza en su Corazón, me conmovía enormemente. Y yo pensaba: “Si el Sagrado Corazón de Jesús es así, si tuvo tal bondad en ese momento, su bondad es incalculable, e inclusive tiene misericordia de mí. Yo, por lo tanto, a pesar de mis defectos, debo caminar con confianza hasta Él.”
Antes de terminar estas consideraciones, me parece oportuno recordar este raciocinio:
Si realmente yo soy bueno y tengo pena de los que sufren, debo sobre todo condolerme de los que sufren injusticia. Por lo tanto, mi bondad lleva a la combatividad. Porque, viendo a alguien sufriendo una injusticia, necesito entrar en la lucha para hacerla cesar. Así, no se es bueno cuando no se es también combativo.
Dicen las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús: “Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, ten piedad de mí.” En la esfera individual, una persona puede pedir: “Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, haced de mí un león en defensa de vuestra Iglesia tan perseguida.”
Era un punto de partida para muchas meditaciones. Sobre todo, cuando yo meditaba en el Sagrado Corazón traspasado por Longinos, lo cual me causaba una pena enorme:
“Entonces, ¿después de Él haber hecho por los hombres todo lo que hizo, y de recibir una lancetada en el Corazón… acabó dando incluso después de muerto?
Después de muerto, es verdad, pero presente de algún modo. Porque Él curó – por aquella mezcla de sangre con agua que salió de su Sagrado Cuerpo – a Longinos, que era medio ciego.
Esa bondad de curar a un individuo aún en el momento en que este mete una lanza en su Corazón, me conmovía enormemente. Y yo pensaba: “Si el Sagrado Corazón de Jesús es así, si tuvo tal bondad en ese momento, su bondad es incalculable, e inclusive tiene misericordia de mí. Yo, por lo tanto, a pesar de mis defectos, debo caminar con confianza hasta Él.”
Antes de terminar estas consideraciones, me parece oportuno recordar este raciocinio:
Si realmente yo soy bueno y tengo pena de los que sufren, debo sobre todo condolerme de los que sufren injusticia. Por lo tanto, mi bondad lleva a la combatividad. Porque, viendo a alguien sufriendo una injusticia, necesito entrar en la lucha para hacerla cesar. Así, no se es bueno cuando no se es también combativo.
Dicen las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús: “Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, ten piedad de mí.” En la esfera individual, una persona puede pedir: “Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, haced de mí un león en defensa de vuestra Iglesia tan perseguida.”
(Revista Dr. Plinio, No. 144, marzo de 2010, p. 9, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Trecho extraído de una conferencia del 20.9.1994)