Tradición, Familia y Propiedad – TFP

Orden espiritual y orden temporal

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Desde los más remotos tiempos la organización de la sociedades estaban vinculadas a deidades, oráculos y divinidades, el componente religioso de los estados era enorme,  se podría decir que eran estados teocráticos, muchos gobernantes se hacían tratar como dioses,  implacables y tiránicas leyes castigaban a quien no los considerase u obedeciese como a tales, el paganismo politeísta en muchas ocasiones era impuesto a sangre y fuego,  prácticamente no existió cultura o civilización que careciese de una religión,  no había distancia entre el carácter temporal y falsamente divino del gobernante, situación que favorecía toda suerte de atropellos sobre los gobernados.

Cuando la secta de los fariseos y herodianos pusieron una trampa a nuestro Señor Jesucristo con el afán de acusarlo de insubordinado a Roma para denunciarlo y prenderlo, o hacerlo pasar como traidor a los judíos, El Divino Maestro conociendo su maldad los calló con su respuesta: “Pues bien, lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios”

Nuestro Señor Jesucristo quería desenmascarar a los fariseos y hace también referencia a un orden  organizado, legítimo, con atributos propios a su esfera como la potestad de cobrar impuestos, es el orden temporal, por otro lado al hablar de lo que es de Dios, nos muestra un orden o esfera sobrenatural y espiritual.

En el  cristianismo provisto de las Divinas enseñanzas, cómo se configura la relación entre el orden espiritual y el orden temporal.

Primeramente podemos señalar que no existe una sociedad sin estas dos esferas, ya vimos que en la antigüedad pagana los estados se fusionaban con religiones esotéricas, en la Civilización Cristiana, cómo es ese relacionamiento entre la sociedad civil y la sociedad espiritual.

Jesús proclama su Reino, pero indica que su Reino no es de este mundo y nos muestra el camino para llegar a su Reino, quien tiene un Reino es un Rey, así Jesús es adorado como Rey del Universo y toda su vida empeñó en enseñarnos como ganar ese Reino, que es eterno.

Está claro entonces que los hombres debemos luchar en esta vida para cumplir los cometidos espirituales y temporales propios a la existencia, de esto deriva una profunda y estrecha relación en el accionar del orden espiritual y el orden temporal, aunque esta idea ha querido ser enterrada por el ateísmo que pugna por un mundo sin Dios, pese a que los ateos no dejan de idolatrar sus preferencias.

Cabe preguntarnos en que momento de la historia de la Civilización Cristiana se ha realizado un modelo perfecto de relacionamiento entre estos dos órdenes.

El insigne pensador  católico, Plinio Correa de Oliveira en su libro Revolución y contra Revolución responde claramente esa pregunta, afirma que “el único orden verdadero entre los hombres es la civilización cristiana” y transcribe una parte de la Encíclica “Inmortale Dei” del Papa León XIII, describiendo el espíritu que inspiró y que se vivió en la Cristiandad Medieval:

“Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En esa época la influencia de la sabiduría y su virtud divina penetraban las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las  relaciones de la sociedad civil. Entonces la religión instituida por Jesucristo, sólidamente establecida en el grado de la dignidad que le es debido, era floreciente en todas partes gracias al favor de los príncipes y a la protección legítima de los magistrados. Entonces el Sacerdocio y el Imperio estaban ligados entre sí por una feliz concordia y por la permuta amistosa de buenos oficios. Organizada así la sociedad civil dio frutos superiores a toda expectativa, cuya memoria subsiste y subsistirá, consignada como está en innumerables documentos que ningún artificio de los adversarios podrá corromper u obscurecer”( Encíclica “Inmortale Dei”, 1XI. 1885 – Bonne Presse, París, vol. II. P 39)

Bien, en nuestros días los cristianos, como seguir ese magnífico ejemplo de la Cristiandad Medieval de la cual admiramos sus glorias y en la que conjugaron magníficamente las acciones y espíritu de la sociedad espiritual y temporal.

Nuevamente encontramos la respuesta en las máximas evangélicas “SED SANTOS COMO MI PADRE CELESTIAL LO ES”, también Plinio Correa de Oliveira a lo largo de toda una vida de lucha contra la revolución, marcó el camino hacia el triunfo del Inmaculado Corazón de María, ahora es fácil reconocer a sus discípulos que por el mundo entero van sembrando basílicas y monasterios y maravillando a la sociedad civil con un estilo sublime de ser católico,  esplendor litúrgico, ceremonial sacro en la vida diaria,   evangelización, todo ello ha conquistado el corazón de miles de católicos en los cinco continentes, quienes ya disfrutan la aurora del Reino de María anunciado por San Luis María Gringnión de Monfort.
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