Tradición, Familia y Propiedad – TFP

Reino de Cristo o Leviatán totalitario

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Reproducido por TFP-Ecuador el 23 de noviembre de 2025

¡No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros!” (Lc 19, 14). “¡No tenemos más rey que al César!” (Jn 19, 15) Esos son los términos con que los judíos repudiaron la realeza de Nuestro Divino Salvador. Pero no son solo enemigos de la realeza de Nuestro Señor Jesucristo los que se confiesan contrarios a su plan de Redención. Hacen coro con esas voces impías y renegadas aquellos católicos que deforman las palabras del Divino Maestro delante de Pilatos, cuando declaró que su Reino no es de este mundo (Jn 18, 36), dándoles sentido restrictivo, como si esa realeza fuera exclusivamente espiritual y no una realeza social sobre los pueblos, las naciones y los gobiernos.

Cuando Nuestro Señor dice que su Reino no es de este mundo es para significar que no proviene de este mundo, porque viene del cielo y no puede ser arrebatado por ningún poder humano. Tal afirmación se prende al origen de la Realeza Divina y no significa que Jesús niegue a su soberanía un carácter de reino social. De otro modo, si no pasase de la órbita espiritual o de la vida interna de las almas, habría flagrante contradicción entre esa declaración de Nuestro Señor y aquella en la que Él dice que “se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28, 18).

Una de las principales características del espíritu revolucionario es la pretensión de realizar la división entre la vida religiosa y la vida civil de los pueblos. Para este espíritu, no es la voluntad expresa de Dios la que debe prevalecer en las leyes, como un dictamen de la recta razón promulgado por el poder legítimo buscando el bien común, sino la expresión de la mayoría o de la voluntad general omnisoberana.

Ahora bien, antes que la Revolución Francesa implantase de forma tiránica y artificial el “nuevo derecho” revolucionario, todos los países tenían instituciones políticas y sociales basadas en costumbres cristianas y no elaboradas por asambleas elegidas por la burla de la soberanía del pueblo. Dislocando el derecho de su fuente natural, que es la voluntad de Dios expresada por la ley natural y la Revelación, de las cuales la Iglesia es guardiana e intérprete infalible, hacia los sectarios que, por golpes políticos, se enseñorean de los cuerpos legislativos a través de la alquimia del sufragio universal, el liberalismo preparó el mundo moderno para las cadenas que lo prenden al Leviatán totalitario.

El punto general de convergencia de toda la obra revolucionaria es, por lo tanto, la radical negación del Reino social del Divino Salvador. “¡No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros!” “¡No tenemos más rey que al César!”

Para no desertar de su fe, como miembro de la Iglesia Militante, el católico debe luchar por la restauración del Reino de Cristo como única vía para la reconstrucción de la verdadera civilización, la cristiana.

Si Jesucristo es Rey de toda la creación, tenemos en su Madre Santísima a la Reina de los cielos y de la tierra. Dice San Luis María Grignion de Montfort que fue por la Santísima Virgen que Jesucristo vino al mundo, y es también por medio de ella que Él debe reinar en el mundo.

En la Fiesta de Cristo Rey, hagamos llegar hasta el trono de la Madre de Dios nuestras ardientes súplicas, a fin de que se realice cuanto antes para la humanidad sufridora la plena restauración del reinado de su Divino Hijo.*

* Cf. fragmentos tomados de “Catolicismo” n. 22, octubre de 1952

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