Esta burda mentira se acuño durante la Revolución Francesa, atribuyéndola a la Reina María Antonieta, como respuesta al pueblo de París, frente también a la falsa situación de que no tenían qué comer.
La mayoría de las transformaciones políticas, sociales y económicas que se han dado en la historia y que representan un rompimiento con un orden legítimo de cosas para abrir la puerta a una situación ilegítima, crearon la leyenda negra que dichas revoluciones, generalmente violentas, se daban frente a situaciones de opresión, injusticia y abuso de unas clases para con otras.
Nada más falso que esas invenciones preparadas en laboratorios ideológicos por exponentes revolucionarios, alimentados por el igualitarismo, fundamento de la lucha y odio de clases, motor de los conflictos humanos y bandera del socialismo desde que éste existe.
De alguna manera la Revolución Francesa se convirtió en una paradoja de todas las revoluciones a las que el mundo asistiría de ahí para adelante.
De la misma manera que hoy en día se evoca a los derechos humanos, endiosados por la ONU, como escudo para promover el aborto, la eutanasia, la ideología de género, el matrimonio homosexual y otras barbaridades, durante la Revolución Francesa se proclamó libertad, igualdad, fraternidad.
Hasta ahora nadie ha demostrado cuál era la falta de libertad en Francia, en el Antiguo Régimen; ningún sindicato moderno o ley laboral socialista respeta los derechos de los artesanos o campesinos con la solidez que estaban protegidos en el Antiguo Régimen; nadie los obligaba a afiliaciones sindicales gravadas con onerosas cuotas y multas en caso de que no se asista a marchas y manifestaciones como ocurre en los actos promovidos por los dirigentes socialistas o comunistas; y a nombre de la fraternidad se asesinó brutalmente a nobles y campesinos que no pensaban como ellos, apoyados en la ley de los sospechosos que, sin necesidad de pruebas o tribunales, ejecutaba a quien no era un incendiario revolucionario, y condescendía también los saqueos, violaciones y devastación total realizadas por las temibles columnas infernales, que a su paso incendiaban y asesinaban poblaciones enteras que no afinaban con su causa.
Durante la Revolución Francesa se coronó en la catedral de Notre Dame (París), a una mujer que representaba a la diosa razón, erguida como única deidad a la que se podía venerar, pues el Dios verdadero fue defenestrado porque de Él emanaba un orden social anti-igualitario y jerárquico.
Más allá de los falsos planteamientos económicos, sociales y de conducción del Estado que se argumentaban durante la Revolución Francesa, existía en los revolucionarios un profundo problema religioso, que tenía como punto de partida un rechazo al Cristianismo, un rechazo a la Fe Católica, un rechazo a Dios y al orden de su creación.
En la actualidad asistimos a sainetes escritos con el mismo libreto, abogando desigualdad, salarios insuficientes, injusticias sociales; se realizan sangrientas revoluciones que van pasando de los falsos problemas socioeconómicos a las cuestiones de fondo que son su verdadero pensamiento y objetivo.
Odio declarado a la religión Católica con agresiones de brutalidad satánica, fue lo que vimos en Santiago de Chile en octubre de 2020, al igual que los miembros del Sanedrín en tiempos de Nuestro Señor Jesucristo – arquetipos de odio a Dios –, vociferaban gritos de “Muera el Nazareno”; se profanó la Sagrada Eucaristía, se incendiaron los templos católicos, se derrumbaron sus torres; y mientras se derribaba la imagen de la excelsa Madre de Dios, terroristas vestidos de demonios danzaban ritualmente; episodios semejantes se han replicado en algunos lugares del continente y del mundo.
La Sociedad Ecuatoriana de defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) rechaza enérgicamente estas ofensas sacrílegas a Nuestro Señor Jesucristo y a su Madre Santísima, de rodillas y en profunda oración hacemos actos de reparación por tales ofensas, como también imploramos la Gracia Divina para que nuestro amor por el Divino Redentor y María Reina de todo lo creado, sea infinitamente superior al odio manifestado por los agentes del demonio. Pedimos la intervención Divina para que lleguen pronto los días del triunfo del Inmaculado Corazón de María prometido por la Santísima Virgen en Fátima (1917).