Tradición, Familia y Propiedad – TFP

“¡El que tenga oídos para oír, que oiga!”

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Reproducido por TFP-Ecuador el 3 de junio de 2023

Últimamente, han sido introducidos en los ambientes católicos preconceptos terribles contra ciertas devociones, entre las cuales el culto al Santísimo Sacramento extra Missam y el Santo Rosario.

Ahora bien, ambas devociones son fuertemente inculcadas en Fátima.

Para Dios nada es imposible. Así, si la Providencia lo hubiese querido, los pequeños pastores podrían haber sido transportados – por un fenómeno de bilocación, por ejemplo – a algún lugar donde se celebrase el Santo Sacrificio, para recibir la Sagrada Comunión dentro de la Misa. En realidad, esto sería tan extraordinario cuanto el confiar al Ángel las Sagradas Especies para que los pastorcitos comulgaran. Sin embargo, fue este el modo dispuesto por la Providencia. Si en el culto eucarístico extra Missam hubiera algo intrínsecamente contrario a la verdadera manera de entender la Presencia Real, sería imposible que la Providencia determinara que la adoración eucarística del Ángel y la Primera Comunión de los pastores se realizaran del modo por el cual efectivamente se realizaron.

En cuanto al Santo Rosario, sería difícil recomendarlo con mayor insistencia. “Yo soy la Señora del Rosario”, dijo de sí misma la Santa Virgen en la última de las apariciones. Y en casi todas ellas inculcó explícitamente esta devoción a los pastorcitos. ¿Cómo pretender, pues, que el Rosario haya perdido algo de su actualidad?

También se proclama que la meditación del infierno es inadecuada en nuestros días y capaz solo de infundir un temor servil. Esta afirmación se desmorona clamorosamente a la vista de lo que ocurrió en Fátima, pues la visión del infierno con que fueron favorecidos los tres pastorcitos se destinaba evidentemente a acrisolar su amor y su ímpetu apostólico.

En Fátima se inculca igualmente, con expresiva insistencia, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que, también ella, ha sido puesta en la penumbra por cierta tendencia de espiritualidad muy en boga en nuestros días. El culto al Sagrado Corazón de Jesús fue considerado por todos los teólogos como una de las más preciosas gracias con que la Santa Iglesia ha sido confortada en los últimos siglos. Ella se destinaba a reanimar en los hombres el amor de Dios adormecido por el naturalismo del Renacimiento, por los errores de los protestantes, jansenistas, deístas y racionalistas. En el siglo pasado, fue por medio de esta devoción que el Apostolado de la Oración produjo un admirable reflorecimiento de la vida religiosa en todo el mundo. Y, como los males de los que el Sagrado Corazón de Jesús nos debe preservar crecen día a día, es evidente que de día en día se acentúa la actualidad de esta incomparable devoción.

Pero es necesario agregar que, con el agravamiento de los males contemporáneos, la Providencia quiso como que superarse a sí misma apuntando a los hombres como meta para su piedad al Corazón de María, cuyo culto excede de cierta manera y lleva a su plenitud la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Los estudios y la devoción cordimarianos no son nuevos. Nos parece, sin embargo, que la simple lectura del Mensaje de Fátima demuestra, y con cuanta insistencia, que Nuestra Señora los quiere para nuestros días. La misión que Ella confió a la Hermana Lucía fue especialmente la de quedarse en esta Tierra para atraer a los hombres al Corazón Inmaculado de María. Varias veces es recomendada esta devoción durante las visiones. Este Corazón santísimo inclusive se nos muestra, en la segunda aparición, coronado de espinas por nuestros pecados y pidiendo la oración reparadora de los hombres. Nos parece que este punto compendia en sí mismo todos los tesoros de los mensajes de Fátima.

En su conjunto, pues, las apariciones de Fátima, por una parte, nos instruyen sobre la terrible gravedad de la situación mundial y las verdaderas causas de nuestros males; y, por otra parte, nos enseñan los medios para evitar los castigos terrenos y eternos que nos amenazan.

A los antiguos, Dios les envió profetas En nuestros días, nos habló por medio de la misma Reina de los Profetas. Ante esta situación ¿qué decir? Las únicas palabras adecuadas son las de Nuestro Señor en el Santo Evangelio: “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!” (Lc 8, 8).*

* Cf. “A Devoção ao Coração de Maria salvará o mundo do Comunismo”, in Catolicismo n. 30, junio de 1953


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