Reproducido por TFP-Ecuador el 10 de junio de 2025
El verdadero esclavo de María debe tener entusiasmo por las grandezas de su Señora de manera que nunca se dirija a Ella sin un sumo respeto, una suma admiración y una suma confianza; como a una creatura supereminente, altísima, pero por ser la más alta, es la más benigna, la más condescendiente, la más afable de todas las creaturas, la más dispuesta a descender hasta nosotros.
Su grandeza es tal que llena todos los espacios de la Creación, hasta las distancias enormes que van de Ella hasta nosotros. Por eso, Nuestra Señora es la más cercana a nosotros, la más accesible, la más misericordiosa, la más dispuesta a perdonar, a atender, que no se enoja ni se irrita nunca, que nos quiere siempre y por motivos altísimos, absolutamente estables y en los cuales nosotros podemos tener una confianza total.
El amor de la Santísima Virgen hacia nosotros procede del hecho de que Ella ve cuánto Dios nos ama y, por eso, tiene hacia nosotros un amor fijo, estable, definitivo, profundo, completo, que participa del amor que Ella tiene a Dios.
(Extraído de conferencia del 16/6/1972)