Publicado por TFP-Ecuador el 23 de noviembre de 2024
Al respecto de la Fiesta de Cristo Rey, hay que tener en cuenta que este Reinado se basa en tres títulos, cada uno de los cuales marca esta realeza con una cualidad especial. Primero, Nuestro Señor Jesucristo es Rey porque es Dios; en segundo lugar, se encarnó y, como Dios-Hombre, es la Cabeza natural de toda la humanidad; finalmente, porque es nuestro Redentor quien, muriendo en la Cruz, conquistó para nosotros la salvación eterna, lo que le da pleno derecho sobre nosotros, haciéndolo, en verdad, nuestro Rey.
Sin embargo, el Reino de Nuestro Señor Jesucristo se establece sobre personas y no sobre territorios. Es un reino de almas donde cada familia, nación, orden religiosa, constituye una provincia. En la armonía de todos estos grupos humanos y familias de almas, así como de individuos, encontramos la realidad y la belleza del Reinado de Cristo.
Nuestro Señor Jesucristo, como Rey, defiende a cada alma del ataque del adversario con un amor, un conocimiento del valor de esa alma y de lo que significa para la unidad de su Reino mucho mayor que el Rey de Francia, por ejemplo, defendería Auvernia, Lorena o Alsacia.
Se trata de un valor de carácter moral y espiritual, y esto nos lleva a considerar que cada vez que Cristo Rey pierde o ve mermado el ejercicio efectivo de su realeza sobre un alma, tiene una tristeza semejante a la del rey que pierde una de sus provincias y, junto a ella, todo un orden de belleza ideal.
Pero también, cada vez que un alma vuelve a Él, es un regreso con todas las alegrías de esa restitución.
Estas alegrías y tristezas repercutieron en Él en su vida terrena y deben ser objeto de nuestra consideración en la fiesta de Cristo Rey haciéndonos la siguiente pregunta: ¿Se está realizando en nosotros el Reino de Nuestro Señor Jesucristo como desea el Divino Redentor?
Por muy desfigurada y enlodada que se encuentre en nuestros días, la Santa Iglesia Católica es un jardín donde las flores brotan continuamente para Nuestro Señor. Quizás sólo en el día del Juicio podremos saber cuántos santos florecen, aislados y odiados, aquí, allá y más allá, en la ignorancia y el abandono, dando a Dios una gloria completa y magnífica.
Todo esto, en conjunto, constituye el Reinado de Nuestro Señor sobre los hombres; realeza aún incompleta, pero marchando a ser completa y, por eso mismo, motivo continuo de gozo para Él.
Pidamos, pues, a Cristo Rey, por medio de su Santísima Madre, que nos haga comprender todos los esplendores de la Iglesia Católica y del Reino de Nuestro Señor Jesucristo sobre aquellas almas que le son fieles, que, a la manera de un cielo maravilloso, tienen como estrella central al Inmaculado Corazón de María. Estrella más preciosa no puede haber. Entonces comprenderemos cuántas gracias hemos recibido y cuántas razones tenemos para esperar el perdón y la misericordia y para pedir muchos favores con plena confianza.
Conferencias del 21/10/1964 y del 29/10/1966