San Olaf II tuvo una larga y accidentada existencia, como la de otros Santos, fundadores de la Edad Media. Fue uno de esos hombres de la diestra de Dios, a quien la Providencia hace merced de una fuerza especial para realizar obras de carácter extraordinario.
Este santo rey de Noruega se volvió el defensor de la independencia nacional, movido no por un patriotismo común, sino por desear la libertad de su país para la gloria de la Iglesia, haciendo todo lo posible para que
su nación fuese profundamente católica, aspirando a los bienes temporales como medio para la gloria de Dios y victoria de los intereses de la Santa Iglesia Católica.
Si como debemos esperar, Noruega vuelve algún día al gremio de la Iglesia Católica, las tradiciones, el ejemplo, las oraciones y la sangre de San Olaf tendrán, ciertamente, una relación muy grande con esa
conversión.
(Extraído de conferencia del 29/07/1965)
Publicado el 30 de Junio de 2022