Tradición, Familia y Propiedad – TFP

La Rusia de Cristo y la Rusia de la Revolución

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Reproducido por TFP-Ecuador el 10 de febrero de 2024

Antes de Pedro el grande, Rusia había desarrollado lenta y penosamente, una espléndida civilización, profundamente marcada en muchos aspectos por la influencia cristiana, y que revelaba al mismo tiempo un alma nacional rica y magníficamente original.

Lenta y penosamente dijimos, porque el núcleo de la cultura y la civilización rusa, debía ser la Iglesia, y el cisma al haber separado el imperio moscovita de la única y verdadera viña de Jesucristo, obstaculizó gravemente el desarrollo adecuado y pleno de ese país.

Mas tarde, la acción de Pedro el grande, que fue beneficiosa en muchos aspectos, desvió la cultura rusa en una dirección cosmopolita o al menos pre-cosmopolita. Pero, de los tiempos nostálgicos de la Rusia Católica, quedaron muchas tradiciones con una vitalidad admirable. Dejaron ver que la providencia no había abandonado a la gran nación eslava, y que las preciosas raíces de la civilización cristiana permanecían allí, a espera de la hora de Dios, para después de la reconciliación con Roma, poder producir abundantes frutos.

Todas estas ideas están representadas simbólicamente, por esta mitra del siglo XVIII en forma de corona, para que los dignatarios eclesiásticos la lleven en las ceremonias oficiales. La primera impresión que da es de riqueza, un examen minucioso muestra como esta riqueza, estaba ennoblecida y ordenada por un sentido de la armonía y la proporción. Un gusto y una majestuosidad evidentes, esplendida manifestación de una elevada idea de la sublime dignidad del sacerdocio y de la religión. Todos los elementos positivos, de la antigua y legendaria Rusia traslucen aquí admirablemente.

Una risa vulgar, una cordialidad poco convincente, una expresión, un porte y una actitud fuertemente jactanciosa, es lo que caracteriza al omnipotente capataz de esa gran e infeliz mazmorra a que el comunismo ha reducido a Rusia. Es el símbolo de la nueva era, en los que se niegan todos los elementos superiores de la cultura, y bajo el signo del materialismo más burdo, solo la fuerza y la técnica tienen valor oficial. ¡Es la revolución igualitaria y atea, en todo su horror!

Estas consideraciones nos llevan a rezar a Nuestra Señora, Patrona de Rusia, para que, liberada del cisma y del ateísmo, esa nación reviva en el seno de la Iglesia, en un orden de cosas profundamente contrarrevolucionario.

Catolicismo N° 101. Mayo de 1959

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